Es bastante corriente que alguien engañe y, sin embargo, le moleste que le engañen. En Roma era un principio político y religioso: “Quod licet Jovi, non licet bovi” (lo que se le permite a Júpiter, no se le permite al buey). El mundo se divide en dioses y ganado, y sólo a los dioses se les permite engañar. Es algo que forma parte esencial de la política estadounidenese, no sólo interna sino también internacional. En el mundo contemporáneo Estados Unidos desempeña el papel reservado a los dioses. El resto está condenado a ser víctima de sus mentiras.
Por ejemplo, Rusia es un país engañado desde los tiempos de la URSS, cuando les prometieron que la OTAN no se extendería hacia el este e hicieron todo lo contrario. Ahora mienten asegurando lo que todos los criminales: que no hay pruebas de ello. Sin embargo, hay archivos expresamente dedicados al engaño, a las falsas promesas y a las nuevas incorporaciones a la Alianza de los países que antes formaron parte del Pacto de Varsovia.
En 2017 el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington publicó los documentos desclasificados para convocar una conferencia en Chicago cuyo título no podía ser más obvio: “¿Quién prometió qué a quién sobre la expansión de la OTAN?” (*).
Pero las sociedades contemporáneas están inmunizadas contra el engaño. No se sorprenden cuando les engañan. Creen que la política es sinónimo de fraude y mentira. Por su parte, los políticos profesionales se creen con derecho a mentir, lo mismo que los medios de comunicación.
Estados Unidos es un país que se edificó engañando a las poblaciones originarias, firmando tratados que no tenían ninguna voluntad de cumplir. Luego los exterminaron y robaron sistemáticamente. Una y otra vez, con unos pueblos y con otros.
Para Estados Unidos el mundo está lleno de indios. El tratado de la unificación alemana, firmado el 12 de septiembre de 1990, excluye a la OTAN del territorio de la antigua República Democrática Alemana. Lo prometieron Reagan y Bush, lo prometió Mitterrand, lo prometieron Kohl y Genscher, los prometieron Thatcher y Major… No faltó ni uno de aquella época.
En tres ocasiones diferentes, el entonces secretario de Estado James Baker acuñó la frase “ni una pulgada hacia el este”. Fue otro tratado con los indios. Mentían entonces y mienten ahora cuando aseguran que no firmaron nada de eso.
(*) https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/russia-programs/2017-12-12/nato-expansion-what-gorbachev-heard-western-leaders-early
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