En 2002 Estados Unidos se retiró unilateralmente del Tratado ABM (misiles balísticos), diseñado durante la Guerra Fría (1972) para garantizar el equilibrio estratégico entre ambas potencias. La iniciativa de Bush pretendía eliminar la capacidad de Rusia para frenar un primer ataque nuclear. Estados Unidos preparaba una guerra preventiva contra Rusia, y en ocasiones le bastaba con amagar para ganar.
Cuando Putin llegó al poder en 1999, a Estados Unidos se le acabó la posibilidad de apoderarse de los vastos recursos energéticos y minerales de Rusia. Putin purgó a fondo los aparatos políticos y militares de Rusia, y los intentos de desestabilización, especialmente en el Cáucaso, fracasaron.
Los imperialistas no lograron debilitar a Rusia desde dentro y tuvieron que cambiar sus planes militares, admitir nuevos miembros en la OTAN, la construcción de infraestructuras cerca de las fronteras rusas, el despliegue de sistemas de armamento… Las advertencias de Rusia fueron arrojadas a la papelera. Los imperialistas contaban con que Rusia nunca se pondría a la altura.
Pero ha ocurrido todo lo contrario. Rusia no sólo ha modernizado su ejército sino que ha cambiado su estrategia militar y diplomática, especialmente en lo que se refiere a guerra electrónica, capaz de neutralizar cualquier clase de comunicaciones de la OTAN.
La primera advertencia se produjo en agosto de 2013, cuando dos misiles disparados desde una base de la OTAN en España fueron interceptados por buques rusos en el Mediterráneo oriental.
La segunda llegó un año después, con la anexión de Crimea, un caso de libro de despliegue relámpago, que fue seguido del establecimiento de burbujas de denegación de acceso en el Mar Negro, neutralizando las comunicaciones de la OTAN.
La intervención en la Guerra de Siria fue otro golpe a los planes imperialistas, que no fueron capaces de conseguir ninguno de los objetivos que perseguían desde 2011.
Los militares rusos han conseguido dominar las cuatro dimensiones de la guerra: tierra, mar, cielo y ciberespacio. Hoy el ejército ruso es técnicamente mucho más avanzado que cualquiera de sus oponentes, si bien eso no es suficiente para ganar una guerra.
Las pruebas que ha llevado a cabo el Pentágono han evidenciado que sus sistemas de ataque no son capaces de penetrar las defensas rusas. Incluso los viejos SS-200 mejorados han demostrado su capacidad para interceptar misiles de crucero de fabricación estadounidense.
La única opción que le ha quedado al ejército estadounidense para ganar alguna ventaja táctica es acercar sus sistemas de armas lo más posible a sus fronteras para reducir el tiempo de reacción de las defensas rusas, que en la actualidad sería del orden de tres a cinco minutos como máximo.
Los rusos se oponen a ese acercamiento, y eso explica la desestabilización de Kazajistán, la retórica cerca de Ucrania y la escalada armamentista en las fronteras, así como el posicionamiento de los buques de guerra de la OTAN en el Mar Negro.
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