Las restricciones sanitarias han sido y son medidas exclusivamente políticas, de manera que cambian de un país a otro, de un momento a otro y de un gobierno a otro. Si cambia el gobierno, cambian las restricciones, que es lo que ha ocurrido en la República Checa. Este mes hay un nuevo gobierno de coalición que quiere “vivir con el virus”, es decir, iniciar la desescalada y acabar con la ley marcial.
El gobierno ha eliminado las restricciones por la presión de la calle o, como dicen los políticos y los medios de comunicación checos, “para no enfrentar a la sociedad”. Las manifestaciones en Praga contra las restricciones y la vacunación obligatoria, totalmente silenciadas, han estado entre las más numerosas y más contundentes de la Unión Europea.
Lo mismo que en Dinamarca, el fin de la pandemia no llega porque haya menos muertes, o menos hospitalizaciones o menos “incidencia acumulada”, sino todo lo contrario. El jueves de la semana pasada los casos se dispararon hasta alcanzar un máximo de 54.685 casos, en un país con poco más de 10 millones de habitantes.
En consecuencia, las medidas coercitivas no desaparecen por razones epidemiológicas. “Todos los traidores a la nación y sus secuaces acabarán en la horca”, rezaba una pancarta junto a una soga colocadas frente al Parlamento durante una de las protestas, cuando el gobierno aún intentaba ampliar la ley marcial hasta finales de noviembre, especialmente para los no vacunados, que son casi el 40 por ciento de la población.
Ha ocurrido lo contrario. La semana pasada el nuevo gobierno de coalición anuló la vacunación obligatoria para los mayores de 60 años, una medida que el ministro de Sanidad, Vlastimil Válek, calificó de “absurda desde el principio”. En una rueda de prensa, el primer ministro Petr Fiala sugirió que la vacunación obligatoria sólo haría más vehemente la oposición a las vacunas. Válek ha planteado la posibilidad de que, en el futuro, las vacunas contra el coronavirus se traten de forma similar a las vacunas contra la gripe: se administran de forma estacional y sólo a los grupos vulnerables.
Yo no hay contagios. La República Checa es uno de los primeros países de la Unión Europea en autorizar que las personas “infectadas” vayan a trabajar. Los médicos y las enfermeras pueden hacer una cuarentena laboral si los pacientes se ven afectados por su ausencia. Si dan positivo en los tests, se les permitirá trabajar en los centros sanitarios.
Algunos miembros del gobierno checo ya han pedido que se amplíe su alcance para incluir otras profesiones clave, como los bomberos, la policía y los trabajadores del transporte. Por su parte, algunos expertos en salud recomiendan que el gobierno abandone por completo las cuarentenas. Sería la etapa final para “vivir con el virus”. Exactamente lo contrario de la manera en que empezó la pandemia, con los gobiernos empeñados en “erradicar al virus”.
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