Hace ya 60 años que Estados Unidos impuso a Cuba el bloqueo económico, comercial y financiero. Inhumano e ilegal estrangulamiento que el imperio ha ejecutado contra el pueblo cubano durante seis décadas. La potencia estadounidense ha creado una realidad asfixiante para violar los derechos humanos de la población de la mayor de las Antillas, sobre todo la salud y la alimentación, la vida.
El 3 de febrero de 1962 el presidente de EEUU de la época John F. Kennedy (1961-1963) firmó la imposición del bloqueo a Cuba por medio de la orden ejecutiva 3447. Tres días después, el 6 de febrero, el Departamento del Tesoro norteamericano promulgó las Regulaciones para las Importaciones Cubanas. Al día siguiente, el 7 de febrero de 1962, se hizo efectiva la criminalidad de marras. En 1992, la Ley Torricelli extendió las sanciones a terceros países por intercambiar bienes con Cuba. En el 2000, el presidente estadounidense de entonces Donald Trump (2017-2021) prohibió a los turistas norteamericanos viajar a la isla. No contento con eso, aplicó un total de 240 sanciones contra Cuba.
Desde aquel 7 de enero de 1962 hasta el sol de hoy, no ha pasado un solo día en que el pueblo de Cuba no padezca en carne propia el odio imperio. Desde que se levanta hasta que se acuesta sufre el criminal bloqueo más largo de la historia. Una pesadilla de 60 años con los ojos abiertos.
A partir del 1 de enero de 1959, el pueblo cubano empezó a ejercer su derecho a la libertad, la soberanía, la autodeterminación y la independencia. A los 3 años de haberse iniciado la Revolución Cubana, EEUU oficializa el bloqueo a Cuba.
EEUU no le perdona a la isla haberse atrevido a hacer una revolución social en sus propias narices. Por eso, el subsecretario asistente de Estado para Asuntos Interamericanos, Lester D. Mallory, se apresuró a sugerir la destrucción económica y social de Cuba, incluido el derrocamiento del Gobierno cubano. En otras palabras, lo que Mallory proponía en el memorándum secreto con fecha del 6 de abril de 1960 en el que puso su firma era perpetrar un genocidio con nombre de supuesto «embargo» a Cuba.
El Gobierno estadounidense no soporta que el digno ejemplo cubano sea emulado por lo que el presidente estadounidense, Joe Biden, llamó patio delantero, antes considerado patio trasero. EEUU no se resigna a que Cuba quede por fuera de su esfera de influencia. Por eso, intenta ser tristemente memorable mediante el infame bloqueo a la isla. Desde el triunfo de la Revolución Cubana, las 13 Administraciones que han pasado por la Casa Blanca han intentado con ligeras diferencias devorar la isla de Cuba, tal como ocurrió con Puerto Rico.
El Gobierno en la sombra del imperio en decadencia se torna desesperado. No repara siquiera al interpretar el papelón de autoproclamarse modelo de país democrático para el mundo. Su actual Administración organizó la mal llamada Cumbre Virtual de la Democracia durante los días 10 y 11 de diciembre de 2021, pero no atiende la resolución para poner fin al bloqueo a Cuba que se aprueba en la Asamblea General de la ONU cada año desde 1992. Por el contrario, Biden prefiere mantener tensas las relaciones diplomáticas con el Gobierno cubano a fin de conservar a fuego lento el rencor del exilio anticubano en Miami y de los congresistas estadounidenses de origen cubano.
La Cancillería de Cuba sostiene que las pérdidas acumuladas por el bloqueo impuesto por Washington a La Habana son de 144 mil 413.4 millones de dólares a precios corrientes. Sin embargo, el Gobierno de EEUU asegura que el bloqueo impuesto a Cuba es inocuo, no surte graves efectos. Si esto es verdad, debería eliminar todas las restricciones económicas, comerciales y financieras contra la isla. Pero EEUU no le pone fin al bloqueo contra Cuba, porque sabe que se liberan a niveles inimaginables las fuerzas creativas y el talento humano del pueblo cubano que Lester D. Mallory intuía y que quiso aplastar de un plumazo en el primer año de la Revolución Cubana.
Los daños económicos y sociales causados en estos 60 años del brutal bloqueo estadounidense a Cuba son irreparables y han marcado la vida de varias generaciones. La solidaridad de los pueblos del mundo hacia la isla, manifestada incluso en la ONU año tras año, la exigencia del desmonte de las barreras económicas, comerciales y financieras y la pronta eliminación del bloqueo pueden ponerle fin al genocidio más largo de la historia.
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